España.
El invierno fue seco. Al menos así lo
calificaban los meteorólogos. En cuanto se presentó la primavera
salí como lo hace un oso de su letargo invernal, torpe en los
primeros días, midiendo las fuerzas y hambriento de kilómetros, y
es que nunca entreno antes de una viaje. Hay días de sobra para ir
adquiriendo tono.
Lo cierto es que el buen tiempo me
acompañaría tan solo los primeros 4 días.
Al elegir el Pto. de Somiedo para pasar
de la Costa Asturiana a la Montaña Leonesa, sabía que los 300
kilómetros que llevaba en mis piernas eran insuficientes para
acometer sus rampas con un mínimo de comodidad. A esto se unió una
meteo adversa que ya no me abandonaría en el mes siguiente. Sí,
el primer día de sol completo lo volví a disfrutar en Francia,
cuando alcancé el Canal del Midi.
Nieve, granizo, lluvia y temperaturas más bajas de las habituales fueron mis compañeras en el tramo de montaña más largo del viaje. Ya ven, la primavera me salió esquirol, haciendo el trabajo del invierno. O quizás fué el invierno, quien trasvestido de primavera no acabó de irse.
Caunedo. En el atrio de su iglesia me refugié de la nevada.
Caunedo. En el atrio de su iglesia me refugié de la nevada.
Ermita de Colle, en la Montaña Leonesa.
Con todo me fue grato. Cada mañana me sorprendía preparando el desayuno a las puertas de mi tienda, con aroma a café y tostadas recién hechas, canturreando y animado. Expectante ante el nuevo día. O cantando It´s raining again cuando en ruta volvía a llover, o a nevar por enésima vez.
En este primer mes, perdería las gafas en plena nevada. Rompería el carro en Boñar una tarde de domingo, encontrando milagrosamente quien le diera un punto de soldadura. Rompería un radio en medio de ninguna parte (los de repuesto no eran de la medida!!) obligándome a rectificar el trazado de la ruta. Sufriría en Las Bárdenas un cierzo imposible que me dejó literalmente destrozado, contra el que invertí casi 7 horas para cubrir 55 kilómetros (voy haciéndome una idea de lo que debe ser pedalear en La Patagonia). Una tormenta muy seria me mantuvo atrapado en el túnel de Bielsa, antes de permitirme perder algo de cota para pasar la noche, nevando por supuesto …
Vía Verde de la Sierra de la Demanda.
Pueblo inundado en Mansilla de la Sierra.
Bárdenas Reales.
Bárdenas Reales.
Con Iñaki me crucé en Aínsa. Ambos viajábamos con carro.
También habría cabida para recibir el cariño de gente como Pedro y Andrés, los dos “sin techo” que me acogieron una ventosa tarde en un pueblito asturiano llamado La Caridad, haciéndome un hueco entre sus cartones y conversaciones, especialistas como el Tolito de Sabina, en retorcerle el cuello a la pena. El de José Luis, acogiéndome en su Pensión a un precio de risa, una ya por entonces lluviosa y fría noche, a la que llegué muy tocado, e invitándome a desayunar la mañana siguiente. El del pueblo de Urrez o el de Bagües, cediéndome sus antiguas Escuelas, librándome de otra noche nevada. El de Carlos en Mendavia, acogiéndome otra tarde que andaba contra las cuerdas. Y especialmente el de Cris, mi gran amigo Cris, quien una y otra vez me acoge con una sonrisa y un juego de sábanas limpias.
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Francia.
Una vez en Francia, la ruta tomó
dirección noreste, con la intención de unir la Saboya francesa con
el Valle de Aosta en Italia, a través del Puerto del pequeño San
Bernardo (2,188 msnm.). Así, van quedando atrás el Canal del Midi
(que crucé entre Toulouse y Carcassonne), Millau, Les Gorges du Tarn
(absolutamente recomendable), Grenoble y Albertville. En Moùtiers
(valle de Tarentaise) me entero de que el puerto no solo estaba
cerrado por nieve, sino que no se iniciarían los trabajos de
limpieza hasta principios de junio, y era 13 de mayo!. Los bomberos
me aseguran que se podía cruzar en tren a Turín, en el Piamonte
italiano, por el túnel Frejús. Yo ya sabía que este túnel es
carretero y ferroviario, pero no permite el tránsito de bicicletas.
Contrasto la información con una sonriente a la par que eficiente
empleada del SNCF (la Renfe francesa, pero mucho mejor gestionada)
confirmando mis sospechas. Solo lo cruzan trenes de alta velocidad y
son los únicos que no admiten bicis.
Así pues cambio de planes. Me encantan
los planes B, C, D … esto es viajar en sí mismo.
Iglesia Templaria en los Pirineos.
Pirineos desde la Campiña Francesa.
A mis anchas.
Les Gorges du Tarn.
Les Gorges du Tarn. St. Chely.
Cycles Bouchonneau.
Andy, un inglés muy simpático, que llevaba 2 meses en bici.
Venía de Bélgica y Luxemburgo. Compartimos información, chocolate y unas risas.
Adrien, andaba probando el material cara a su próximo viaje por sudamérica.
3 generaciones camino a Santiago.
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Suiza.
Si no puedo cruzar a través de los
Alpes, cruzaré Suiza de oeste a este, pensé, y me voy a dormir al Lago
de Annecy. A la tarde siguiente entro Ginebra. En un semáforo
conozco a Carlo, brasileño afincado aquí desde hace años. Me hace
de guía y consejero. Inestimable su ayuda. Esa noche acabo en un
camping a la orilla del lago Léman.
La exagerada economía suiza hace que
vuelva a replantear mi rumbo, no puedo gastar al ritmo de tomates a 5
euros/kg., baguette precocinada a 3 euros, ternera a 20 euros/kg. …
Además, los suizos nativos, me pareció
que llevaban un palo de regalí metido en el culo, muy seguros en su
jaula de oro. El día que cambie el modelo económico, el que no lo
tenga comestible … P´al norte. Canal del Rhone al Rhin, Mullhouse,
Eurovelo 6 …
Los Alpes desde Ginebra.
Niñez.
Pasando desapercibido.
Álbum de Suiza en Flickr:
Alemania.
La frialdad del carácter alemán es lo primero que constato. El
repetido Bonjour! con el que me brindó casi cada francés con el que
me crucé desde que dejé Pirineos, se esfumó sin más.
Con todo, no son antipáticos, todo lo contrario, cuando les
solicitas se ofrecen encantados.
Decido ir al nacimiento del Danubio en Donauschingen, rodeando la
Selva Negra. Remontando y coqueteando con ambas orillas del Rhin,
entrando y saliendo de Suiza y Alemania, llego a Laufenburg, pasando
por pueblos de postal y durmiendo estas noches en compañía de los
cisnes que habitan sus aguas. Me gustó especialmente Basilea.
Una vez en el Danubio, su trazado me atrapa unos días. Con gusto lo
acompañaria a lo largo de los casi 2.900 kilómetros hasta su delta
en el Mar Negro, pero toca abandonarlo en Ulm, prometiéndole otra
cita.
El templo de Saint Etienne sería una catedral en cualquier otro lugar de Francia, país católico, pero en Mulhouse son reformistas protestantes, por lo cual es un templo.
Está ubicado en la plaza de la reunión, la plaza principal de la ciudad, que recuerda la unión de Mulhouse, que era alemana, con Francia en marzo del 1798. Los alsacianos han preferido llamar al evento reunión más que anexión.
Está ubicado en la plaza de la reunión, la plaza principal de la ciudad, que recuerda la unión de Mulhouse, que era alemana, con Francia en marzo del 1798. Los alsacianos han preferido llamar al evento reunión más que anexión.
Fachada en Basilea.
Fixie.
Laufenburg, lado suizo.
Chuleta, pa´no perderme.
Eurovelo6/D-Route6/Deutsche Donau.
El Danubio.
Hala!, a currar!.
A orillas del Danubio.
Ulm.
No estarás pensando utilizar ese agujero para ...?
Jakobus Pilgerweg.
La Vía Claudia Augusta fue la mayor de las calzadas romanas que atravesaron los Alpes, comunicando el mar Adriático con el curso alto del río Danubio, así que me viene como anillo al dedo. La engancho a orillas del Lago Forggensee y me conduce hasta la última localidad alemana, Füssen, ya en la Baviera, en un bello entorno antesala de los Alpes Bávaros.
Alemania está plagada de caminos y pistas, que combinadas, evita que tengas que pisar la carretera. Aquí el uso de la bicicleta es una constante, que no entiende de edades. Todo un ejemplo.
Lago Forggensee.
Álbum de Alemania en Flickr:
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Austria y Suiza.
La Vía Claudia para acomodarse al relieve alpino, tiene en este
tramo forma de M. el Fern pass, 1.210 m., la ciudad de Landeck a
orillas del Inn, 800 m., y el Passo di Resia o Reschen pass, de
1.450 m, ya en Italia. Este rinconcito del Tirol Austriaco sigue
siendo de postal. Pura montaña, bosques inmaculados y riachuelos por
todos lados.
Fern pass, 1.210 msnm.
Iglesia Alpina.
En
Landeck, me desvío para remontar el Inn, hasta su nacimiento, a
1.800 m. Esto me lleva nuevamente a Suiza, aprovisionándome en esta
ocasión antes de entrar. Sigo pedaleando embobado en un entorno de
cuento. El río me ofrece solitarios rincones donde acampar y un agua
limpia y fría que mi musculación agradece.
Ya en los últimos
kilómetros paso por la exclusiva St. Moritz, afanada en trabajos
estéticos para afrontar la temporada de verano que está a la vuelta
de la esquina. Como despedida 33 kilómetros de pura bajada, desde el
Maloja pass (1.815 m.) al paso fronterizo de Chiavenna (685 m.), que
disfruto como un niño no sin cierta pena. Atrás queda el ambiente
alpino, y marca la vuelta a casa.
Al contrario que en España, en Europa esta es la normalidad: transporte público + uso de la bicicleta. Lógico, sencillo y eficaz.
Álbum de Austria y Suiza en Flickr:
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Italia.
Italia es …, Italia es nuestra. Cálida, alegre, bulliciosa, guapa,
salvaje … Mediterránea.
Atrás queda la pulcritud, la rectitud, la conversación en tono
quedo, la sobriedad en el vestir, el orden, lo aburrido.
Apenas habían pasado 5 minutos y ya me habían saludado y sonreído
en más ocasiones que en los últimos 30 días!
Esa tarde ante un caffé macchiato y una cupeta di gelato, mientras
el andar de alguna italiana italianísima entretenía la mirada del
personal, sonreía recordando la pulcritud de los distintos gremios
alemanes: fontaneros, carpinteros metálicos, electricistas ..., que
había visto haciendo algún trabajo aquí allá, tanto en el vestir
(iban impolutos) como en el orden en el interior de sus vehículos,
normalmente grandes furgones mercedes, en cuyo suelo literalmente se
podría comer. En frente tenía un currela italiano enfundado en un
mono de trabajo sin espacio para una mancha más, gritándole al
móvil no sé que de unos repuestos, con un “panda echo polvo”,
toda la herramienta tirada … Esta es otra Europa.
Hilando poblaciones asentadas en su orilla, va quedando atrás
el Lago Como. En la estrecha carretera hay que estar atento, aún
brindando algún tramo de carril bici. El entorno es exhuberante,
rodeado de montañas con cumbres mil metros más arriba.
Lago Como.
Urbanizado al estilo “sardinas en lata”, no hay más remedio que dormir en un camping. Paolo, el que regenta en el que acabo esa tarde, resulta ser un tipo de conversación fluída que me pone al día de la situación del país, mientras nos tomamos una birra. Están jodidos, aún siendo esta la parte más industrializada y rica del país. No nos olvidemos de la “Svizzera” (Suiza), apunta, a donde 50.000 italianos pasan a trabajar diariamente. Ahora mismo es lo que está salvando la zona. Estamos igual que en España, sentencia.
Noemi, Angelo, Bruno y un servidor. Milaneses que iban a una fiesta en que la bicicleta era la protagonista.
Dejo atrás Milán y una tarde, ya acampado, me acerco a una granja próxima. Celebraban una boda!, así que fuí un invitado más, por más que insistía en que solo necesitaba agua e irme a dormir. Hasta las tantas, entre risas y charlas.
Rotura del cable del cambio.
La carretera de la costa resultó ser el infierno que me habían dicho que era. Finale Ligure, Imperia, San Remo y finalmente Ventimiglia me dejan a las puertas de Montecarlo.
Que contarles?, jetset a porrillo, barcazos, cochazos, todo muy chic, salvo un servidor y los currelas que estaban retirando las gradas del Gran Premio de Fórmula 1 que se había corrido días antes.
Y por último Niza, final de este viaje.
También me crucé con estos chicos que iban a Turquía.
Arrivederci Italia!
Montecarlo.
La Costa Azul.